CUATRO CORAZONES CON FRENO Y MARCHA ATRÀS

 

La misma sala que en el primer acto, las paredes están pintadas de un color más moderno y todos los muebles han cambiado de aspecto, los sillones y el abarrotamiento de la habitación se ha sustituido por algo más minimalista. El suelo está lleno de juguetes de bebés y en el centro del comedor hay una pequeña cuna donde duerme Ricardo. En uno de los sofás está sentado Emiliano, con el mismo aspecto de inmortalidad de siempre pero con el pelo teñido de un color rubio platino, acunando a la pequeña Valentina en su regazo. A su lado se encuentra la desgastada Elisa, ella sí que está diferente, en su cara se predominan las arrugas y el cansancio de los años.

 

EMILIANO.  No me puedo creer que finalmente decidas algo así.

 

ELISA. Es lo mejor creeme. ¿Crees que mis padres están capacitados para cuidar de un hijo del que ni siquiera se acuerdan?

 

EMILIANO. Elisa, son sus padres.

 

ELISA. Pero el niño no lo sabe, ¿no te das cuenta? Crees que podrá llevar una vida normal sabiendo que sus padres son menores que él. ¡Sus padres! (Dice levantando el dedo.)

 

EMILIANO. Lo que estás diciendo no es nada justo, y lo sabes. Mi idea es mucho mejor, simplemente le vamos a dar tiempo a los padres para que sean mayores. Y cuando ya tengan la edad necesaria hacemos que el niño tome las algas solo hasta la edad en que ellos puedan volver a disfrutar de él…

 

ELISA. ¿No te das cuenta de lo absurda que es esa idea? Cuando Valentina y Ricardo vuelvan a nacer no podemos ni siquiera asegurar el que vayan a estar juntos, es decir. No puedes controlar que dos personas que no se conocen de nada se enamoren de la noche a la mañana Emiliano.

 

EMILIANO. Bueno… (Encogiéndose de hombros)

 

ELISA. Y por no hablar del pobre niño, Antonio, ¿piensas destruir todo lo que ya tiene solo para que Valentina y Ricardo se hagan cargo de él. (Por el foro de la derecha entra Susana, una de las criadas de la casa. Es bajita, con el pelo negro y rizado, viste el típico traje de criada.)

 

SUSANA. ¿Interrumpo algo señores?

 

ELISA. Supongo que sí.

 

SUSANA. (Algo distraída) Ricardo cariño, aquí te traigo el almuerzo.

 

ELISA. Ejem, ¿podría salir un momento por favor señorita? Estamos hablando de un asunto importante…

 

SUSANA. (Sin hacer ningún caso a lo que dice Elisa.) Que precioso estás hoy Ricardo, ¿quieres comer?, ¿o hoy también has decidido hacer huelga de hambre? (Mientras acaricia la cabeza de Ricardo)

 

EMILIANO. (Chillando) ¡Susana que se vaya de una vez le estamos diciendo! (Susana pega un salto y deja caer la bandeja con comida al suelo.)

 

ELISA. Déjelo, ya lo recogerá luego, ahora váyase, por favor se lo pido. (A Emiliano) ¿Por donde íbamos? A si, tu nefasta idea.

 

EMILIANO. Dirás la tuya, visto así pues los damos de adopción a todos y ya está.

 

ELISA. ¿Pero qué estás diciendo? Que son mis padres. (Con voz de indignación)

 

EMILIANO. Pero si eras tu la única que te quejabas…

 

ELISA. Vale, vale, dejo de quejarme. Pero tú no vas a dar a nadie en adopción. (Por el foro de la izquierda entra un niño pequeño de cabello castaño y regordete. Viste un desgastado pijama que le cuelga por las mangas y en la mano lleva un peluche de un oso de color azul claro. Aún le cuesta caminar solo, así que se tropieza un par de veces antes de llegar hasta Elisa.)

 

ANTONIO. Aupa. (Levanta los brazos hacia Elisa haciéndole un gesto para que lo levante del suelo.)

 

ELISA. (Cojiendo a Antonio) Madre mia hijo, ¿desde cuando has crecido tú tanto? (Se dirigen hasta la cuna de Ricardo)

 

ANTONIO. Ñeeee (Antonio se deja caer en la cuna aplastando el pie de Ricardo y haciéndolo llorar a este.) Hermano. (Dice con dificultad)

 

ELISA. (Con los ojos llenos de lágrimas y dirigiéndose hacia Emiliano) ¿Lo ves? Este pequeño nos acaba de dar la solución. Es mejor que lo crean así.

 

TELÓN